Marcha por las Hoces

En el camino de nuestra vida vamos acompañados siguiendo a Aquel que nos guía

Un lugar preferido

Las maravillas de nuestro mundo, el amor por la naturaleza, el asombro ante la Creación.

Subida a la Collada

Cuestas, subidas y bajadas, obstáculos, piedras en el camino... Todo nos hace crecer.

La barca cerca del océano

Navegar por el inmenso mar. Momentos de silencio, de tranquilidad, de paz, de búsqueda interior...

Salida de las hoces

Al final del camino descubrimos la recompensa a todo nuestro esfuerzo.

miércoles, 12 de mayo de 2010

¡Cuida tu lenguaje, niño!

Siempre recordaré aquellas palabras que me decían mis padres cuando era un canijo. "¡Cuida tu lenguaje, niño! ¡Te voy a lavar la boca con jabón!". Se te había ocurrido soltar la primera barbaridad que se te venía a la cabeza y ahí estaba la respuesta inmediata de tus padres. Habías aprendido una palabra nueva, o un taco nuevo, o lo que fuera, y querías probar lo que se sentía al decirla, ver cuál era la reacción de los que te rodeaban... ¿Eso querías? Pues ahí lo tenías: "¡te voy a lavar la boca con jabón!" (una y otra vez, una y otra vez...). Hoy en día, uno sigue escuchando las mismas barbaridades a los niños, no pensemos que nosotros no las decíamos... Cierto es que a veces son "peores" y en más cantidad, y gran parte de la culpa la tiene la "dichosa tele"; pero el mayor problema no es ese, sino que después de la barbaridad no se oye el "¡te voy a lavar la boca con jabón!".
Después de esta bonita introducción sobre el lenguaje de los niños y sus padres, que no viene muy al tema pero que al parecer me apetecía comentarlo, voy a ir al grano: la importancia de las palabras en nuestros tiempos. Yo no sé si soy el único que lo percibe, pero parece haber una obsesión con este tema. Y buena muestra de ello son los discursos de los políticos, esos que muchas veces parece que tienen que incluir una lista de palabras específicas, vengan o no vengan al caso. Con los científicos, más de lo mismo... Si entras a un laboratorio y se está escribiendo un artículo, fácil será que oigas: "Mete ésta y esta otra palabra que siempre quedan bien y le dan cuerpo al tema". Curioso, ¿verdad?
Tampoco es algo que nos deba extrañar demasiado, y es que está claro que "el hablar bien" da muchos puntos a una persona. A primera vista, una persona bienhablada dará la sensación de ser educada, culta, inteligente e incluso atractiva... A lo mejor me he excedido, a lo mejor no. A lo mejor "no es oro todo lo que reluce", a lo mejor sí. A lo mejor a uno le importa aparentar lo que no es, a lo mejor no. Lo que sí es verdad, es que si tienes la suerte de hablar bien, quieras o no quieras aparentar nada, seas lo que pareces o no, vas a dar una buena sensación a tu interlocutor.
Por eso es importante preocuparse por el lenguaje. Porque la comunicación es vital en nuestras vidas, y si sabemos comunicarnos correctamente, mejor que mejor. Pero por favor, que esta buena preocupación no se convierta en obsesión. Para mí visitar el DRAE a diario ya no es una obsesión, quizás para otro sí; pero ésta no es la obsesión a la que me refiero...
... A lo que me refiero es al control supremo y excesivo en todo lo que se escribe, se lee y se dice. Al parecer, creemos fielmente en el poder de las palabras, y eso ha conseguido que todos los mensajes que oímos hayan sido escritos previamente varias veces, revisados por varias partes, retocados hasta el extremo, se hayan quitado cosas "que no se pueden decir", se hayan añadido otras "que hay que decir siempre"... ¿Para qué? Para que nadie se asuste, para que nadie se choque contra la realidad, para en definitiva no decir nada... ¿Por qué nada? Por si acaso... ¿Es esto una prueba de miedo a la realidad? ¿No nos gusta enfrentarnos a nuestra vida y a lo que pasa en ella? ¿O sí que estamos dispuestos, pero hay ciertas personas interesadas en que no lo hagamos?
Toda la vida sobre algodones, para que no nos pase nada. Si nos caemos, que nos demos cuenta lentamente. En resumen, el estado de bienestar. No es que quiera yo que sea todo feo, pero tampoco tiene por qué ser todo bonito. La vida es como es: preciosa, con sus cuestas y con sus bajadas, con sus espinas y con sus flores... (ha llegado la primavera). Estado de bienestar y eufemismos, esa pareja fiel inseparable. Estamos rodeados de eufemismos, estamos rodeados de "bienestar". Estamos rodeados de hechos que día a día destrozan los eufemismos, estamos rodeados de situaciones no muy lejanas que nada tienen que ver con el bienestar.
Eufemismos, ¿para qué? Me despido con dos ejemplos que quizás puedan esbozar una sonrisa en el lector con este tema tan... (cada uno que ponga el adjetivo que quiera, que para eso está el extenso vocabulario).

Yo me imagino a un hombre que ha muerto, que de repente le dan unos segundos para hablar con sus familiares y la conversación sería algo así:
- Pero, ¿por qué estoy aquí?, ¿qué me ha pasado?
- Pues nada, buen amigo, que has fallecido.
Entonces saltaría otro:
- Pero hombre, no digas esas cosas, ¡menuda barbaridad!. Déjame a mí que te lo explique... El médico nos comunicó el momento del exitus, y tras dar a conocer el deceso a los familiares, vinimos aquí para acompañarte mientras preparan las exequias. Después iremos todos a decirte el último adiós en el sepelio.
A lo que respondería el muerto:
- Ah, vale... No me he enterado de nada, pero parece interesante.
Y el tercero en discordia remataría diciéndo:
- ¿Pero cómo dices que es interesante si te has muerto?

Y uno real que me contó hace poco una amiga que trabaja con chavales con síndrome de Down.
Estaba mi amiga hablando con uno de ellos y en medio de la conversación, él dijo:
- La verdad es que yo no sé para que se lían discutiendo si hay que llamarnos discapacitados o disminuidos, si nosotros vamos a seguir siendo tontos...

domingo, 2 de mayo de 2010

Las drogas de todos

En estos últimos días, he visto por la tele una de esas campañas típicas sobre las drogas. No me he fijado muy bien quién es el que la promueve, pero la verdad es que ha conseguido que el mensaje se me quede grabado en la cabeza. Todas estas campañas sobre el alcohol, las drogas y los accidentes de tráfico suelen llamarme bastante la atención, y por qué no decirlo, la gran mayoría me parece que están muy bien pensadas. Lástima que muchas de esas veces también, el pensamiento posterior siempre es: "Vale, muchas campañas, muchas campañas, pero a la hora de la verdad, ¿qué?". Probablemente se intente poner en práctica eso de reducir al máximo el consumo y las imprudencias al volante, no lo voy a negar, pero no sé yo si se está consiguiendo de verdad... De todas formas, no tengo yo ahora mismo muchas ideas para arreglar el problema, así que como no voy a proponer soluciones, tampoco voy a darle más vueltas a este tema.

Con lo que de verdad me quiero quedar es con el lema de esta campaña que os he empezado contando. Viene a ser algo así como: "las drogas afectan a todos". Al oír estas palabras, llegan a la cabeza de uno mismo otras muchas frases relacionadas y que se pueden oír muy a menudo: "de algo hay que morir", "por fumar uno de vez en cuando no pasa nada", "el problema lo tengo yo, no te he pedido que me ayudes", "déjame que me muera a gusto yo solito"... E incluso sería muy fácil asociarlo simplemente al tabaco si pensamos en esos pobres fumadores pasivos. Pero no, esta campaña no va sobre el tabaco, sino sobre las drogas en general (o eso imagino yo). Y no se centra sólo en los efectos físicos perniciosos que se producen sobre las personas que hay alrededor, sino en la ristra de desgracias que surgen en las cercanías de un drogadicto. Siendo serios, decir drogadicto en esta última frase implica ablandar el tema. Por tanto, cambiemos drogadicto por consumidor de droga.
Sí, quiero hacer esta distinción: consumidor de droga y no drogadicto. Porque el drogadicto, lamentablemente, muchas veces ya se ha encontrado con el mayor de sus problemas: la soledad. Porque el drogadicto muchas veces ya es como aquel enfermo muy grave cuyos familiares ya "se han hecho a la idea" (por muy fuerte que suene y sabiendo lógicamente aquello de que "uno nunca se hace del todo a la idea con estas cosas"). Porque el drogadicto sólo encontrará la solución a su problema si se plantea dejarlo para siempre, mientras que el consumidor "nunca buscará la solución" porque "ni siquiera tiene un problema".
Las drogas afectan a todos, ¡claro que sí! No podemos decir "es mi problema", ni "quiero que me dejéis a gusto a mí solito". No podemos pensar que "esto me afecta a mí solo que soy el que consume". Indudablemente, esto no es un problema de uno solo.

Muchas veces decimos: "Déjalo, si quiere matarse y no quiere que le ayudemos, que lo haga".
El consumidor de droga puede ser un egoísta porque sólo piensa en él y no se para a pensar en los que tiene alrededor, pero por eso mismo, nosotros no podemos ser igual de egoístas y dejar que "el río siga su cauce". Más que nada, porque ese río lo mismo se lleva a unas cuantas personas por delante, e incluso a nosotros mismos. Tenemos que poner diques a ese río, y si el propio río los derriba, volverlos a poner; una y otra vez, hasta que la cosa aguante. Paciencia, paciencia, paciencia, y "un poco" de empatía. Pensar en el otro, una y otra vez, ayudarle sin descanso y aguantar muchos: "¿Quién eres tú para meterte en mi vida?"
¡Esto es una llamada a cuidar nuestra salud! A veces no lo hacemos demasiado y pensamos: "¡Qué poco me cuido!". A lo mejor nos ayuda más si pensamos: "Lo voy a hacer por los demás".