Marcha por las Hoces

En el camino de nuestra vida vamos acompañados siguiendo a Aquel que nos guía

Un lugar preferido

Las maravillas de nuestro mundo, el amor por la naturaleza, el asombro ante la Creación.

Subida a la Collada

Cuestas, subidas y bajadas, obstáculos, piedras en el camino... Todo nos hace crecer.

La barca cerca del océano

Navegar por el inmenso mar. Momentos de silencio, de tranquilidad, de paz, de búsqueda interior...

Salida de las hoces

Al final del camino descubrimos la recompensa a todo nuestro esfuerzo.

martes, 25 de octubre de 2011

20/10/2011: ¿Paz sin perdón?

El 20 de octubre de 2011 pasará a formar parte de la Historia por la serie de sucesos que acontecieron. Aún ahora, mientras escribo esta entrada, siento dentro de mí una desconfianza brutal; no sé si puedo creérmelo o si debo ser precavido y esperar. Tanto la captura de Gadafi como el fin de la lucha armada por parte de ETA parecen buenas noticias, tan buenas, que uno no sabe si son verdad o no. ¿Gadafi es realmente el señor que vemos en las imágenes?, ¿el vídeo es real? ¿ETA va a poner punto y final a más de 50 años de violencia y terrorismo o es sólo una artimaña más?
Sea como sea, parece como si "el mundo" haya querido poner las cosas en su sitio rápidamente y a la vez. Sin embargo, he de confesar que mis sensaciones internas no son precisamente ni de alivio ni de paz. Una paz que ansiamos todos, hasta el punto de que si le decimos a un niño que pida un deseo, seguramente pedirá que haya paz en el mundo. Hablar de paz es conmovedor, toca nuestros corazones, nos enternece y a la vez nos provoca seriedad en el pensar... Sin embargo, todo deja de ser tan sumamente ideal cuando nos concienciamos de que la paz real no tiene sentido ni se consigue si no hay perdón.
La paz y el perdón van de la mano. Sin duda alguna la palabra paz es mucho más romántica y el perdón, mucho más exigente. Ambas plenifican (¿por qué la RAE no incluye esta maravillosa palabra?) nuestra vivencia interior, y nos hacen experimentar auténticos sentimientos de humanidad. Pero eso sí, antes de llegar ahí habremos vivido aquello de "qué difícil es perdonar de verdad".
Y yo sinceramente, creo que se ha perdido el sentido del perdón. Es muy habitual cruzar declaraciones en las que el perdón brilla por su ausencia y en las que no sólo no aparece ni por asomo, sino que conscientemente se aleja todo lo posible y está mal visto como final de una situación de conflicto. Yo no puedo dejar de pensar en el perdón cuando acontecen hechos como los del "20-O". Es duro hablar de perdón cuando numerosas víctimas cargan con su "vida truncada" día a día, pero es la única salida verdadera hacia la paz y el único camino para conseguirla.
Espero inquietante unas declaraciones de la banda terrorista ETA donde se mencione el perdón, donde pidan perdón expresamente a todas las víctimas y a todos a los que les han "deshecho" su vida. Espero y no llegan, ni siquiera me queda ya casi esperanza de que algún día vayan a llegar. Sin embargo, siento también que si los terroristas pidieran perdón, muy difícilmente se les concedería. Deben ser juzgados y pagar por lo que han hecho, pero si esperamos llegar finalmente a una situación de paz, antes deben pedir perdón para después ser perdonados. Un perdón humano, que no excluye la aplicación de la ley sino que va por otro camino.
Y similares sentimientos me transmiten las muertes de Bin Laden, Gadafi o Saddam Hussein. No tanto sus muertes como las impresiones que suscitan las noticias que anuncian sus asesinatos. Una sensación de alivio y alegría... ¡¿Cómo se pueden decir cosas como "por fin", "¡qué bien!" o simplemente llamar buena noticia a algo así?! Son responsables de los crímenes que han cometido, pero nadie puede tomarse la justicia por su mano y mucho menos "solucionar" el problema cayendo en el mismo error del que se acusa al ajusticiado. La muerte debe ser inconcebible en cualquier situación y la justicia debe aflorar incluso en los secarrales. Es abominable que se entienda mejor y antes la muerte que el perdón.

viernes, 14 de octubre de 2011

¿Por qué me tiene que tocar a mí?

Vamos dejando ya atrás la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud, pero para muchos este encuentro sigue "coleando". Por eso quiero escribir todavía algunas entradas más sobre ello.
Una de las preguntas más importantes sobre la JMJ es "¿por qué se realiza un evento así?" Las personas de la Iglesia se lo preguntan para ser conscientes de la razón de ser de un encuentro de estas características. Y las personas que viven allí donde se realiza también se lo cuestionan, pues lo viven de cerca, y les "afecta" en su vida diaria. Ambos grupos conviven durante una semana, y la respuesta a esta pregunta marca el devenir de sus relaciones.
Por eso, la convivencia entre los peregrinos y los habitantes de la ciudad es tan importante. Es fundamental a todos los niveles en el desarrollo de las jornadas. Y podemos decir que en Madrid hemos sentido la cercanía de la gente para bien y para mal.
Nos han hecho llegar sus impresiones y no siempre han sido muy agradables. Hemos recibido amenazas, insultos, "mensajes de bienvenida"... No ha sido frecuente, ni mucho menos, pero sí lo suficiente como para hablar de ello. Puedo entender las molestias que causa un evento así, pero me resulta complicado entender ese sentimiento de odio. ¿A qué es debido?, ¿qué es lo que realmente molesta? ¿Es el Papa?, ¿la Iglesia?, ¿el dinero que ha costado? ¿Por qué molesta ver felices a tantos jóvenes en una sociedad reinada por el stress y la desesperación?
Sinceramente, no me creo ni que nos preocupe el dinero que ha costado, ni me creo que sean simplemente las molestias de tener que cambiar mi día a día habitual para llegar a trabajar o para ir a comprar el pan. Más que nada porque hay otros muchos eventos en los que ocurre lo mismo y las reacciones son muy diferentes. Creo que el que molesta es Dios. En nuestra sociedad hemos escondido a Dios, todo lo que habla de Dios se ha metido en un cajón. Vivimos al margen de Él, como si no existiera. Y en este ambiente, de repente han llegado cientos de miles de jóvenes que transmiten su existencia. Se llega a respirar e incluso masticar ese sentimiento, y esto produce un choque frontal, un choque que también se produce en el interior de las personas que "pasan al lado".
Y es que esto es lo esperado y deseado en una Jornada Mundial de la Juventud. Lo importante no es el número, ni la diversidad de culturas y países, ni si la organización lo hace bien o mal. Lo verdaderamente importante es el encuentro con Dios. Ese encuentro fraterno que abraza al que está alrededor y le aprieta vigorosamente para enfatizar el sentimiento comunitario. Es un abrazo figurado, pero real. Y todos sabemos que es muy incómodo que te abracen cuando tu no quieres que lo hagan.
Pero no todo son choques y luchas, obviamente. Hemos encontrado a gente que ansiaba ese abrazo, que se han acercado a recibirlo y que querían saber qué se sentía ahí adentro. Personas que sentían la necesidad de ayudar y de hacerse partícipes de lo que estaba ocurriendo, que te contemplaban con ilusión, emoción, asombro... Recuerdo un matrimonio mayor que se acercó a preguntarnos. Al rato descubrimos, porque así nos lo confesaron ellos, que simplemente querían estar junto a nosotros, vivir aquello desde dentro. Nos dijeron: "Sabemos que es vuestro momento, pero nosotros hemos salido a la calle para que nos contagiéis ese espíritu joven y esa fe”.
Ojalá la JMJ haya calado hondo no sólo en aquellos que se inscribieron, sino también en aquellos que tuvieron la suerte de verlo con sus propios ojos. Estoy seguro de que así ha sido, y estoy seguro de que no peco de orgulloso si digo que muchos lo esperaban y emocionados salieron a su encuentro, y otros muchos no lo esperaban y Dios se encontró con ellos.

domingo, 2 de octubre de 2011

"El que más miente es más señor"

He de reconocer mi escaso afecto hacia los medios de comunicación. No puedo ni debo esconderlo. Como muchos, busco un medio que transmita información veraz, contrastada y fiel a la realidad, pero hoy en día es misión imposible. Cuando me topo con algo así, mi asombro es mayúsculo y siento una paz interior difícil de describir. Algo dentro me dice: "¡Bien!, así sí, por fin".
En algunos casos, la información errónea es fruto de la incompetencia de los redactores. Sí, así es, porque así lo reconocen ellos mismos. El otro día iba escuchando la radio en mi coche y cuál fue mi sorpresa al oír lo siguiente:
"Hoy está con nosotros el alcalde de Bilbao [...] Antes de nada, queremos pedir perdón por una noticia de hace unos días en la que decíamos que el alcalde de Bilbao iba a estar unos meses de baja. Obviamente no es así. Copiamos la noticia de un medio digital y no la contrastamos. Debíamos haber llamado al ayuntamiento de Bilbao para comprobar que era cierta, no lo hicimos y nos equivocamos".
Es muy loable reconocer los errores y disculparse, pero creo que hay ciertos errores que no se pueden cometer. Al igual que al panadero no se le puede olvidar echar la levadura al pan, el periodista no puede informar sobre algo que ni siquiera sabe si es cierto o no. No es justo que la sociedad cargue con las consecuencias que traen consigo los intereses de una empresa.
De hecho, no siempre los errores en la información son fruto de la incompetencia de un periodista. Somos muy ilusos si pensamos así. Detrás de la información manipulada (sí, sí, manipulada) están los intereses de unos y otros que hacen crecer el sesgo de manera desmesurada. Ya comenté algo en El "Cuarto Poder", y vuelvo al mismo tema por una situación curiosa que me ocurrió hace unos días y que muchos de vosotros habéis vivido también.
La Sexta da la noticia. El mensaje es claro y viene acompañado de un vídeo: "El alcalde de Valladolid quiere imponer normas de decoro, a golpe de prohibición. No se podrá ir en bañador por la calle, ni en chanclas, ni mendigar". Leyes parecidas las hay en infinidad de ciudades, pero ¿eso de las chanclas? ¿Cómo no vamos a poder ir ni en chanclas? La estupefacción se apodera de las mentes del público...
Rápidamente el vídeo se propaga por todas las redes sociales. Su título: "Ni en chanclas por Valladolid". Comentarios y comentarios circulan por la red. Busco en Google: "chanclas Valladolid". Cientos de resultados, casi todos dicen lo mismo (¿lo habrán copiado sin contrastar?). La noticia llega a los foros. Y no sólo en Internet, en el trabajo y en la cafetería hablan de ello. Me paro a pensar un segundo: "¿Será verdad? ¿Lo compruebo? ¡Cómo no va a ser verdad!" Pienso de nuevo, recuerdo mis chanclas y me digo: "Sí, lo voy a comprobar".
Entro en un foro y allí están discutiéndolo. Unos dicen que es verdad, y lo demuestran con miles de enlaces. Otros dicen que es mentira, pero no acompañan pruebas. De repente un forero publica un enlace a la web del ayuntamiento. "¡Bien!, así sí, por fin". Lo leo y mis sospechas dejan de serlo. ¡Increíble! Ahí no dice nada de las chanclas. Se lo han inventado...
No es más que un ejemplo, lo mismo ocurre en otros frentes. No en un debate izquierda-derecha. A lo que voy es al poco escrúpulo que se debe tener para poder llegar a situaciones como ésta, más aún desde un trono como el de los medios de comunicación. Este caso apenas tiene importancia, pero podemos pensar en otras noticias mucho más serias en las que la trascendencia de un engaño así sería mucho mayor.
Hemos llegado a una situación en la que los medios de comunicación hacen lo que quieren, en la que nadie puede decirles nada y en la que se anteponen los beneficios de unos pocos al derecho a la información (veraz). Cuando escuché que se estaban planteando controlar el contenido de los servicios informativos de la televisión pública me escandalicé. Ahora llego a preguntarme si no sería incluso mejor... Estoy seguro de que no, pero también sé que la mentira nos lleva a un camino hacia ningún sitio.